Lic. Camila Fosca

El objetivo de una intervención especializada es ayudar al niño o adolescente a superar sus dificultades y al mismo tiempo potenciar sus capacidades. En el caso de quienes presentan TDAH (1) el objetivo no varía. Como en cualquier intervención las formas de apoyo son muchas y es común escuchar, de los padres, grandes dilemas en relación al tipo de apoyo a elegir para sus hijos.

Los niños y adolescentes con TDAH no siempre necesitan un apoyo adicional o una intervención especializada, “el TDAH no es un problema de saber qué hacer, sino que es un problema para hacer aquello que se sabe” (Barkley 2002) (2).

Algunos niños con TDAH, como cualquier otro niño, presentarán alteración en el lenguaje, otros presentarán dificultades en el proceso de aprendizaje de la lecto-escritura, otros manifestarán gran dificultad para organizar horarios y actividades; y así, la lista de dificultades que se puede elaborar resulta casi infinita. Por lo tanto, es necesario que los padres se informen, con la ayuda de un profesional y determinen si el niño requiere o no de un apoyo y en el caso que lo necesite, determinar con exactitud el tipo de apoyo ideal; es decir, elegido en estricta relación a las necesidades del niño. Es recomendable que los padres se aseguren que el profesional conozca del trastorno, ello en vista de la desinformación o extendida información errada sobre el mismo.

La búsqueda de ayuda profesional suele iniciarse por la recurrente experiencia de fracaso que experimentan los padres en el proceso de educar y criar a sus hijos con TDAH.

Los padres han de cumplir una doble función en relación a sus hijos, tienen la obligación de criarlos —entendiéndose por crianza el proceso de instruir para la vida, brindando soporte emocional y normas y hábitos de comportamiento— y de educarlos, es decir, ofrecerles acceso al conocimiento.

La terapia de aprendizaje
La terapia de aprendizaje parte de una evaluación en la cual se determinan las áreas potenciales del niño y los aspectos donde presenta alguna dificultad. Estas terapias tienen objetivos concretos y metas claras a lograr; el tiempo de duración de las mismas dependerá de la magnitud de las dificultades del niño, pero no deben ser“eternas”.

Cuando un niño no logra ser un buen estudiante ya sea porque tiene dificultades para mantener el ritmo de sus compañeros, para aprender a leer, para enfrentar problemas del cálculo o porque no tiene técnicas para estudiar y estrategias para aprender o por algún problema similar, asiste a una terapia de aprendizaje, la cual debe estar siempre a cargo de un especialista. Este profesional comúnmente atiende en un centro o consultorio privado, lo que implica que el niño se moviliza de su casa hacia este lugar donde probablemente las reglas sean muy claras y él las aprenda y cumpla con menor dificultad que en casa. Regularmente, son dos sesiones de terapia por semana.

La terapia de aprendizaje tiene algunas ventajas: focaliza los esfuerzos en el origen del problema, fomenta el trabajo multidisciplinario promoviendo la participación de los profesionales relacionados, el colegio y la familia, y está a cargo de un profesional informado que conoce sobre el TDAH; lo cual no solo favorece el proceso de intervención en el aprendizaje del niño sino que también permite a los padres intercambiar información y absolver dudas. Esto nos lleva a un punto importante que es el ser conscientes de que la terapia de aprendizaje es de índole educativa y no de crianza.

La tutoría institutriz
La tutoría consiste en que una persona idónea se encargue de la crianza de los niños durante el tiempo que los padres están ausentes de casa. Esta persona debe por lo tanto cumplir ciertos requisitos que aseguren una prolongación del estilo de crianza que los padres imparten. El tutor al que nos referimos debe ser una persona que no solo apoye el área académica, sino que también establezca normas y vele por su cumplimiento, por ejemplo, sentarse a comer a la mesa, lavarse las manos, responder con educación, mantener el cuarto ordenado, dejar la mochila en su lugar, sentarse a hacer las tareas, ver televisión en los horarios establecidos, etc. Esta manera de entender la tutoría nos recuerda a la antigua institutriz, persona que se encargaba de la crianza de los niños de una familia.

El riesgo de este tipo de tutoría está en que los padres no conversen con los tutores, no establezcan criterios comunes y terminen desautorizándolos o anulando su esfuerzo en situaciones concretas de la vida diaria. Por ejemplo, si el niño hizo una gran rabieta, el tutor lo castigó y la mamá no continuó con el castigo, todo el esfuerzo habrá sido inútil. Además, el tutor no estará en casa el tiempo suficiente como para afianzar las conductas, razón por la cual deberá haber una buena comunicación y coordinación entre padres y tutores. En algunas familias los abuelos cumplen el rol de tutores; sin embargo, no les corresponde porque su función es otra e involucrarlos en este rol no siempre es conveniente ya que pocas veces son personas que puedan mantener la disciplina establecida o por el contrario, son exagerados en el cumplimiento de ésta.

La tutoría de apoyo académico (“profesor particular”)
En nuestro medio el termino tutor se ha extendido a cualquier persona que asiste a la casa del niño, por ejemplo, tres veces por semana durante dos horas para ayudarlo con las tareas del colegio; conocido, comúnmente, como “profesor particular”.

La función del tutor consiste en apoyar al niño con las tareas, brindarle asesoría y orientación académica, guiarlo en relación al manejo del tiempo, ayudarlo a estudiar, motivarlo a mejorar e inculcarle hábitos de estudios (en el caso de los niños) o enseñarle estrategias de aprendizaje (en el caso de los adolescentes).

Este tipo de tutoría también tiene sus matices. Por un lado, encontramos a un tutor que establece empatía con el niño y lo ayuda a estudiar logrando progresos; por otro lado, encontramos al tutor que al cabo de un tiempo termina haciendo las labores del niño, asumiendo sus responsabilidades y construyendo un vínculo de dependencia; el niño, a su vez, lo manipula, lo distrae y desaprovecha el tiempo. En este caso no se logran avances significativos y en cambio se induce inconscientemente al niño a fallar, incrementándole la frustración y la sensación de incapacidad. Recordemos que los niños con TDAH en particular, desarrollan una mayor habilidad para la manipulación y tienen dificultades en la administración de su tiempo.

Una alternativa práctica y bastante viable es que los padres busquen a un tutor —podría ser una persona del campo de la psicología o la educación que tenga conocimientos previos por estar en proceso de formación— que esté dispuesto a recibir información y estrategias de apoyo de un profesional o del mismo padre. Así, este tutor no solo cumplirá las funciones antes mencionadas, sino que tendrá herramientas para ayudar mejor a un niño con TDAH.

Recordemos que en ambos casos el tutor no es necesariamente un profesional de la educación y probablemente conozca poco o nada del TDAH, por lo tanto es una obligación ineludible  de los padres informarse e informar al tutor sobre el trastorno.

Asimismo, podemos diferenciar las dos formas de tutoría mencionadas en relación a su función, la primera interviene en la crianza y en la educación, la segunda solo se encarga de la educación, entendida como la transmisión de conocimientos.

En las tres alternativas que hemos planteado, según las necesidades del niño: terapia de aprendizaje, tutor-institutriz y tutor de apoyo académico, vemos cómo los límites entre la crianza y la educación son imprecisos. Esto nos debe llevar a la conclusión de que las personas ideales para encargarse de la crianza y educación de los niños, por más difíciles que ellas sean, son los padres.

Ahora bien, en caso de que un niño con TDAH presente alguna dificultad en la vida académica los pasos que se recomiendan seguir son los siguientes:

– Encontrar a un profesional que conozca del TDAH.

– Identificar la dificultad concreta del niño.

– Evaluar el tiempo de dedicación que los padres estén en condiciones de ofrecer.

Con estas recomendaciones los padres podrán determinar si lo que su hijo necesita es una intervención específica en el aprendizaje o un apoyo académico de organización y seguimiento en casa. En cualquiera de las opciones, los padres son los principales responsables de su decisión y deben, constantemente, evaluar los progresos de su hijo.

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Licenciada en Educación y Especialista en Lenguaje y Aprendizaje.
Correo electrónico: camilafosca@gmail.com

Artículo aparecido en el boletín electrónico n.º 11 del APDA del 15 de marzo del 2006.

Referencias:
(1) Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad
(2) BARKLEY, Russell A. Niños hiperactivos. Cómo comprender y atender sus necesidades especiales. Barcelona, Editorial Paidós, 2002.